viernes, 30 de septiembre de 2016

27. El reflejo de la realidad (Primera parte).

Nota: Veintisieteavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Mi noche de descanso se convirtió en unas escasas horas de sueño interrumpidas por incomodas pesadillas y malestares causados por mis intensas heridas. El hombro en el que Jason me había disparado accidentalmente palpitaba sin cesar, lo que hacía que un estado febril se apoderase de mi cuerpo, causando que mi descanso quedase revelado a un segundo plano en mis desesperados deseos en los que imploraba encontrarme mejor para afrontar todo lo que se me venía encima.

Mi mente era un tumulto de sensaciones contradictorias que luchaban por hacerme acudir a su decisión final en un intento de centrarme en una idea y llevarla a cabo determinándome por sus actos. Básicamente en estos momentos tenía dos opciones. La primera, la cual había sopesado con gran positividad antes de mi última charla con mis compañeros, llevaba la marcha de mi persona lo más rápido posible de este pueblo de mala muerte. Era mi más profundo deseo en cuanto me vi implicado en todas las extrañezas que este lugar me lanzaba con vehemencia a cada paso que daba, por lo que se había convertido en mi más profunda prioridad hasta que mis amigos decidieron no unirse a mi destino, dejándome así con la infatigable opresión de abandonarlos a su merced si quería llevarla a cabo y salvar con ello mi empobrecida alma de esta locura inminente que sufríamos todos en cierta medida dentro de estas tortuosas lindes.

Mi segunda opción, aunque me pesase también tenía gran cabida en mis pensamientos, haciéndome dudar gravemente sobre cuál sería la elección más correcta de llevar a cabo independientemente de mi bienestar personal, el cuál en este caso quedaba claramente apartado para dar cabida a mi altruista generosidad de quedarme afincado en esta malnacida aldea, y ayudar a mis compañeros a hacer de este pueblo un lugar más seguro en el que vivir.

Sabía que si me decantaba por esta opción, a parte de la peligrosidad que implicaba, perdería muchas cosas en el camino. Mi hogar en el Este y mi familia biológica serían gran parte de ellas y eso me partía el corazón. Cierto era que estos extraños lugareños, dejando a un lado sus singulares comportamientos hacia mi persona en ciertas ocasiones, me habían acogido y dado todo su apoyo en los momentos más difíciles de mi vida. Eso era algo que no podía evitar tener en cuenta a la hora de tomar una decisión sabiendo que los dejaría a merced del destino si me fuese a la seguridad de mi hogar. Ellos no habían dudado ni por un segundo en darme su beneplácito si eso sucediese pero, ¿en qué persona me convertiría yo si dejase que este hecho se cumpliese solo por el mero placer de volver a la comodidad de mi vida anterior? Esa pregunta era la clave de toda esta incertidumbre. La opción que se debatía entre la razón y el corazón, dejándome totalmente desolado en el proceso.

Me revolví incómodo con las ideas tejiendo dichos hilos entremezclados de valores y morales en el interior de mi mente. Si continuaba de esta manera el que se volvería un irremediable demente sería yo, así que sin aguantar más la agonización de mis plomíferos pensamientos, me levanté a las pocas horas de mi reposo sintiendo que el malestar de mi cuerpo se aquejaba de que aún no estaba preparado para tal acción, y me encaminé al escritorio donde comencé a redactar una carta para mi primo Izaak exponiéndole mi solemne vida en Dunwich, de la que sabía a ciencia cierta que no me creería ni la mitad de mis historias si entrase en concreciones.

Izaak y yo siempre habíamos tenido una relación muy estrecha dada en parte por la proximidad de nuestra edad y nuestro parentesco establecido en nuestra humilde familia que gozaba de todo el amor y tranquilidad que escaseaba por estos terrenos.

Siempre creí que mi primo era esa clase de personas pacificadoras a las que podías contarle cualquier problema en confianza sin pensar en cómo te estaría juzgando en su interior. Su sensible franqueza a la hora de abordar cualquier desintonía hacía que pudieras ver las cosas tal y como eran sin sentirte devastado por sus palabras. Sin embargo, en estos momentos donde la realidad debía ser plasmada en un papel para ser enviada posteriormente fuera de los terrenos de Dunwich, esta se me antojaba como una idea propia de un demente vista a ojos ajenos. Daba igual el cariño o cercanía que tuvieras con la persona receptora del mensaje. En el momento en que cayese esa carta en sus manos no habría dios que me salvase de tal etiqueta en el seno de mi familia biológica, y eso me llenaba de un terror más absoluto que el que cualquier criatura pudiese infundirme en alguna ocasión.



Sin pensarlo si quiera me quedé quieto, demasiado estático con la pluma en la mano y mis ojos tremendamente abiertos lanzados hacia el infinito viendo sin observar absolutamente nada en concreto. Acababa de caer en la cuenta de la cosa más sencilla que cualquier persona hubiese dado por sentado desde el primer momento en el que redacta una misiva. ¿Qué iba a decirles? ¿Cómo podía explicar tales historias sin parecer un perturbado mental? En mi mente la imaginación volaba y podía verme a mí mismo reaccionando ante una carta de tal calibre antes de todas estas desavenencias, con gran horror y preocupación. Si les contaba que estaba pasando aunque fuera de una manera infinitamente mínima les pondría a todos en jaque haciendo incluso que el bueno de mi primo viniese en mi búsqueda para sacarme de este lugar que me estaba haciendo perder la cabeza de esta manera tan insana. Esto era algo que no podía permitir. Ya había demasiadas personas que me importaban en esta situación como para incluir también a mi considerada familia. Debía mantener el horror de esta situación alejado de ellos hasta que al menos tomase una decisión sobre cómo afrontar el problema que se me venía encima, y que iba a decidir con respecto a mi posible marcha de este pueblo iracundo. Por lo que cambié ligeramente de opinión, y redacté una corta misiva plagada de insulsos formalismos antes de bajar las escaleras para enfrentarme a aquellos que sí sabían toda la verdad, y esperaban por mi súbita decisión con paciencia y expectación.

Cuando descendí el tramo de las escaleras me encontré con Magda y Peep hablando en voz baja. Cameron ya no se encontraba entre ellos por lo que parecían haber iniciado una conversación intensa sobre un tema entre ellos que no parecía concernirme pues en cuanto mi presencia se hizo visible cortaron de raíz la conversación, e iniciaron una nueva para mantenerme al margen de sus asuntos. –“Que temprano te has levantado, Tomek. ¿Te encuentras bien? No tienes muy buen aspecto que se diga”- Magda me miraba con ojos aprensivos mientras yo intentaba ya en dichos momentos calmar su intriga con un asentimiento rápido de cabeza mientras acababa de descender el tramo sobrante de la escalera. Con cautela, me acerqué a mis compañeros y, con más cuidado del que procedía dicho movimiento, dejé la carta cuidadosamente escrita para mi primo a modo de sentencia encima de la mesa central mientras decía –Estoy bien, simplemente me cuesta dormir a estas horas de la mañana, ¿podéis indicarme dónde puedo dejar este sobre para que llegue a mi familia en el Este? Me gustaría que supieran que estoy bien después de todo este tiempo de ausencia”-.

Mis ecos flotaron en la estancia de una forma silenciosamente impactante para mis acompañantes. Al oírme Magda y Peep se miraron al unísono sin decir nada en el momento e ignorando la mirada extraña que les estaba echando a causa de tal comportamiento. Fue solo un segundo pero pude observar como los presentes se debatían en silencio sobre una cuestión que se separaba totalmente de la intención de enviar una inocente carta.

Magda fue la primera en apartar la mirada de su amigo hacia mi mano que aun sostenía el papel expuesto en la mesa por la parte superior, y con una sonrisa totalmente cordializadora me intentó contestar de la manera más correcta posible. –“No te preocupes por eso. Ya la envío yo en la mañana de la que vaya a comprar más vendas al pueblo. Peep ha atado a la cama a Cameron y parece que está descansando como es debido así que mientras yo estoy fuera podríais encargaros de esa espantosa criatura antes de que empiece a oler toda la casa a podedumbre. ¿Os parece? Bien, pues voy a arreglarme para partir. Portaos bien y echarle un ojo al niño de mi parte”-. Con tales misivas mi amiga se acercó a mi mano sin dejar de sonreír, y agarró sin miramientos mi carta para ascender con ella las escaleras que daban a las habitaciones, mientras me dejaba con ello un malestar infundado al darme cuenta de que la posibilidad de ver partir la carta por mis propios medios había sido despojada de mis posibles, de una manera totalmente sentenciadora y sin posibilidad de replicamiento por mi parte.



Al quedarnos solos Peep aprovechó la ocasión para enterarse de más de un asunto que le rondaba la mente a través de su curiosidad innata. –“¿Has leído ya las carpetas que te di, Tomek? ¿No? ¿Ninguna? ¿Ni si quiera has abierto la libreta de tu madre? Impresionante. Si yo fuera tu no habría pegado ojo devorando cada página en busca de respuestas. Verás, las fichas sobre tu familia traen datos personales que podemos dejar de momento a un lado, pero el cuaderno vamos a necesitarlo ahí abajo a la hora de despedazar a la criatura, así que ve a por él en un momento y reúnete conmigo en el sótano en cuanto lo encuentres. Te ayudaré a reconocer cada parte que tienes que evitar si quieres salir con vida en un encuentro improvisto con una de estas bestias”-.

Al hablar Peep gesticulaba enfático ante sus palabras lo que me daba a entender que disfrutaba con esto más de lo que creía en un principio. Después de todo lo ocurrido veía tan clara su postura ante todos los infortunios que nos rodeaban que no podía entender como no me había dado cuenta de su espontaneidad a la hora de aventurarse en estos temas la primera vez que lo conocí y me enseñó todas las partes de bestia que tenía guardadas en su cabaña como si fueran trozos de su decoración. Al principio me imaginaba que sería su punto de valentía la que le hacía guardarlos como trofeos, ya que una especie de determinación parecía ser el punto clave de acceso a la hora de ser cazador. Sin embargo, ahora que ya le conozco lo suficiente me pregunto si ese toque heroico no sería el revestimiento de una especie de locura que lo mantenía ensimismado ante todo lo referente a lo sobrenatural que escondía estas lindes. Me gustaría ver de qué manera se comportaría si lograsen encauzar al pueblo y viviesen en una vida totalmente alejada de todo mal. A lo mejor entonces descubriríamos la verdadera naturaleza del hombre que se mostraba dichoso por rodearse de sangre y vísceras de una criatura maligna que había intentado quitarnos la vida horas atrás.



Peep esperaba mi confirmación al respecto así que sin otra manera de evadir el asunto asentí y fui a recoger directamente el diario que me había dado con anterioridad. Era extraño pensar que dichas notas servirían para algo en un acto tan físico como el que iba a producirse, pero no sería yo quien contradijese sus palabras. Conociendo como lo hacía al cazador, estaba seguro de que se había estudiado las notas de arriba abajo antes de pensar si quiera en dármelas para su asimilación posterior.

Al encontrármelas las ojeé mientras descendía a su encuentro y confirmé mis pensamientos de una manera inmediata. Las hojas no contenían ni anécdotas, ni vivencias como si podrías encontrar entre mis apuntes. Los escritos de la señora que afirmaban que era mi madre eran puramente técnicos y biológicos acerca de cómo eran y actuaban las diferentes criaturas que habitaban en el pueblo. Eso no sé por qué hizo que mi desasosiego fuese en aumento, pensando una vez más en qué punto podía diferir lo que era una cordura analógica, de las más tormentosas de las demencias.

Una vez abajo Peep me abrió el cuaderno por la página que deseaba que empezase a leer, y con un levantamiento de sábana descubrió a la criatura tendida en una mesa de madera expuesta en el centro de la estancia. –“Como habrás podido comprobar, Tomek, existen varios tipos de bestias dentro de nuestras lindes. Tu madre estaba completamente obsesionada con ellas, así que cada vez que atrapábamos alguna se venía a estos despieces para poder anotarlo todo y cotejarlo luego con las pruebas que tenía en los testaferros. Esta, si no me equivoco es la “CE14”. “Criatura encorvada 14”. Entre nosotros siempre le sugeríamos que pusiese nombres con más fuerza como “bestia roja” o “piel azul” pero la mujer era más inteligente y metódica que nosotros para hacernos el menor caso. Empieza a leer por donde trae el título de “CE14” que yo te iré mostrando las diferentes partes que explica mientras la desguazo.”-. Reticente a su plan, miré a Peep con extrañeza ante sus palabras pero este seguía asintiendo con convicción así que, por mucho que dudase de que estas notas sirviesen de algo en esta situación, comencé a leer en voz alta en parte para tenerle contento, y también para evitar observar la desagradable visión que me proporcionaría su disección.

CE14:
Criatura de cuerpo similar al humano con una cierta joroba a la altura de sus omoplatos. A primera vista podemos observar como sus dedos, tanto los de las manos como los de los pies, difieren de los nuestros en cuanto a su extensa largura que junto a la dureza de las uñas hace que pueda agarrarse con firmeza a casi cualquier superficie.  Sus huesos sobresalen de sus extremidades como cuchillas lo que hace que esa técnica de defensa haga de ella también una debilidad ya que si se le aplica fuerza necesaria en ellos se podría invalidar tanto la zona donde se encuentren, como la mismísima columna vertebral que sostiene todo su cuerpo. Por último la falta de pupilas, como el color ceniciento de su piel hace creer que seguramente no pueda salir de día debido a que los rayos del sol la dañarían gravemente. Sus dientes afilados nos dan cuenta también de su gran capacidad de mordida que ajustado a sus uñas nos podemos hacer una idea de cómo agarra a sus víctimas para devorarlas después a mordiscos…”



Esto estaba siendo una locura. Podía oír mi voz diciendo tales horrendos ecos mientras Peep señalaba cada una de las zonas para luego poner en práctica las roturas que proponían en las notas para terminar llenando la estancia de crujidos y viscosidades. Esto estaba comenzando a superarme. Intenté aguantar el tipo pero, en la hora en que Peep ya con un mar rojo a su alrededor abría la boca de la criatura para enseñarme sus enormes dientes, había superado todo mi aplomo anterior.

Con determinación cerré el cuaderno y cogí una bocarada de aire para no seguir respirando el olor ferroso de la sangre sin mirar si quiera a mi compañero, el cual había dejado literalmente con las manos en la boca de ese ser del inframundo. Necesitaba darle una explicación de mi comportamiento, por lo que cerré los ojos e intenté serenarme ante tal horrendo espectáculo para dejar clara mi postura al respecto de todo esto. Abrí la boca lentamente para buscar las palabras, pero como si del destino se tratase, unos golpeteos en la puerta seguidos de unos pasos se escucharon en la planta principal eclipsando mi actuación al momento.

Inmediatamente al oírlos, dejé a un lado mi concentración para mirar a Peep extrañado. el cuál también fruncía el ceño ante dichos acontecimientos inesperados. Esperamos al ver que se abría la puerta en silencio por si Magda había vuelto de su compra y nos había llamado a la puerta para que la ayudásemos. Pero al ver que la voz de Jason exclamaba –“¡¿¡Pero qué demonios haces aquí!?!”- Ambos nos abalanzamos escaleras arriba en auxilio de nuestro compañero temiéndonos súbitamente lo peor. A los testaferros o al propio Larson descubriendo nuestro escondrijo y matándole en el acto. Por suerte, dicha acción no sucedió. Mientras iba en cabeza por las escaleras pude ver como la figura de Jason sostenía una puerta de la que sobresalían las sombras de dos siluetas en su marco. Al vernos mi amigo se me quedó mirando, y en silencio tiró la puerta hacia su extremo opuesto revelando a las dos personas que le hacían frente desde el otro lado de la cabaña. Una la reconocí de inmediato. Era Freyja, la cual aún miraba a Jason con claro enfado desde su altura inferior. La otra ya estaba observándome antes si quiera que pudiese reparar en su identidad. Me costó reconocerla al principio, pero una vez que su rostro me enfrentó directamente pude ver cómo era la falsa enfermera que casi me mata con un fármaco para despistar a los testaferros y entrar en estampida a por Charlie. Me la quedé mirando mientras ella se llevaba una mano hacia el revolver que tenía incrustado por su pantalón al ver que venían refuerzos. Freyja por su parte, ignoró a su compañera y ya con los tres alienados en su contra pronunció las palabras que jamás creí que volvería a oír de su boca. –“Hemos venido para llevarnos a Larson a nuestros terrenos”-.
Continuará…



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