viernes, 13 de enero de 2017

35. Destinos inevitables. (Primera parte)

Nota: Treintaicincoavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


No sé decir cuánto tiempo pasó hasta que pude al fin recuperar la conciencia de nuevo, tan solo puedo contar que en cuanto volví otra vez en mí, tenía el tremendo frío calado hasta mis huesos, y una incertidumbre sobre lo que había pasado que me dejó totalmente desconcertado mientras me levantaba tiritando en la gélida madrugada que estaba teniendo lugar en esos precisos momentos.

Una vez más me había librado de la muerte de una manera tan fortuita que aún no acertaba a creérmelo. Era más la sensación de desasosiego que me invadía en todo mi ser al recordar lo ocurrido la que me hizo retomar, a pesar de mis heridas, la situación de alerta que me mantenía absorto en un único pensamiento.

-“Henry…”- Susurré para mí dándome cuenta de lo que había sucedido durante mi encarnizada lucha con la bestia de la aldea. Mi querido amigo al que hacía demasiado tiempo que daba por muerto me había llamado desde la lejanía en el momento en que me retiraba a ese monstruo del medio, dejándome una vez más en esta vida agónica que por fin mostraba un poco de esperanza al traerlo de nuevo a nuestras vidas de esta manera tan repentina.

-“¡Henry!- Grité esta vez al aclarar ya del todo mis ideas e intentar por ello localizarlo cuanto antes en esta dantesca estampa en la que estaba envuelto. Miré por primera vez en plena conciencia a mi alrededor para focalizar donde podría estar mi amigo, pero por más que rebusqué en la totalidad de la estampa solo me encontré con la misma imagen que me había dado la bienvenida cuando me adentré a este paraje desde dentro de la aldea.



Los campesinos que se encontraban a esa hora vigilando el lugar habían fallecido sin haber podido si quiera plantarle una batalla justa a ese ser que nos amenazó sin pudor en esta fría noche mortecina. Sus cuerpos por ello, se encontraban totalmente dispersos a lo ancho del claro, dejándome el apenamiento correspondiente ante tal masacre, mientras el temor crecía en mi interior haciéndome ver la cruda realidad.

Recordaba vivamente mis últimos momentos de conciencia, como Henry me defendía disparando directamente a mi agresor, liberándome con tal acto de su implacable agarre. Pero, por más que hubiera intentado aferrarme a la vigilia, no había podido resistir lo suficiente como para saber si había acabado completamente con él gracias a dicho esfuerzo, o por el contrario se había abierto un peligroso encuentro con la bestia al intentar ayudarme, en donde finalmente él saliese más perjudicado incluso que mi persona.

Ese horrible pensamiento me hizo estremecer de horror ante todo lo que acontecía. Tenía sentido que si yo me había despertado por mi propio pie, en medio de donde me había desmayando sin ningún atisbo de ayuda por ninguna parte, podría significar que toda esperanza se viese desvanecida por otro duro golpe de realidad.



Por ello, lo primero que hice nada más darme cuenta del peligro que implicaba ese mortecino silencio, fue acercarme a las pobres victimas que fueron desgraciadas con tal calamidad, para observar si alguna de ellas era mi amigo en cuestión.

Pude encontrar gracias a ello, mi hacha que tan pronto como la vi la agarré entre mis manos para tener algo con lo que defenderme por si algún ser se adentrase en estos parajes mientras yo estaba observando los cadáveres que, como era de esperar, ninguno se correspondía con la imagen del cazador que tan vívidamente tenía gravada en mi mente. Tan solo pude reconocer el rostro de David, el campesino que nos había encontrado en el bosque hacía ya unos días, y a algún lugareño más del lugar, dejándome totalmente apenado al conocer su destino, e inquieto a su vez, al saber que si Henry había estado por aquí, algo le había empujado hacia otra parte a la fuerza para no quedarse a mi lado durante mi reciente inconsciencia nocturna.

Al terminar de examinar concienzudamente el lugar, también caí en la cuenta de que mi atacante no se encontraba por ninguna parte. Podía ver como la sangre al lado de donde estaba mi cuerpo tendido durante mi forzado reposo, era más espesa de lo habitual dirigiéndose erráticamente por los alrededores camino hacia la espesura, pero por otra parte no se podía intuir ningún signo más de que hace unos momentos hubiera caído en ese lugar un monstruo de tal calibre.

Con esa deducción pude intuir en mayor o menor medida lo que había pasado. Henry con toda su bondad me había librado de la bestia para echársela a él encima y huir como podía bosque a través en un intento de librarse de ella, y alejarla de mí al mismo tiempo. Era el único propósito que podía sacar en claro de todo ese oscuro misterio que me amenazaba con su peligrosidad desde mi reciente despertar. Así que sin darme cuenta de que mi cuerpo no resistiría tal impacto, eché a correr en dirección al bosque gritando el nombre de mi amigo a la oscura noche que me rodeaba con su manto en la lenta agonía que sufría por el esfuerzo.



Tras mi repentina partida, pude ver que una vez más el tiempo parecía no ser mi aliado en este día pues, debido al golpe que había recibido al haber sido lanzado contra un pedrusco, mi acto respiratorio se veía afectado en una medida tan avanzada, que me obligaba incluso a pararme entre medias para coger aliento.

En estos descansos intentaba al menos ubicarme para no perder la posición sobre mi foco de atención. La sangre conducía a la parte más alta de la ladera que podía recorrerse en tan solo unos minutos, pero como mi estado físico no daba mucho más de sí, en este tiempo tan solo había recorrido la mitad de su longitud cuando un chasquido de pisadas se escuchó hacia la profundidad del bosque situado a mi izquierda teniendo en cuenta el camino inicial.

Fue por eso que en dicho momento me erguí con el arma sujetada fuertemente entre mis manos a modo de defensa, y añadiendo cierta precaución para que nada me tomase por sorpresa grité –“¿Quién anda ahí?”- con toda la fuerza que me fue posible a través del ahogamiento, en un intento de darle la oportunidad al extraño de mostrarse voluntariamente en mi rango de visión.

Esperé por tanto en guardia desde mi punto de vista dando la espalda al camino empinado por el que había subido mientras unos tímidos pasos se acercaban en respuesta a mi apresurada pregunta que seguía rondándome en la cabeza de una manera insanamente constante.

Lo más normal sería que pensase que se trataba de mi amigo perdido en el bosque, o de algún campesino que había ido detrás del rastro tal y como yo había optado por hacer. Pero la experiencia que había tenido en estos terrenos me vislumbraba que por mucho que desease que uno de estos encuentros pacíficos se diese próximamente, tenía que estar preparado también para cualquier tipo de infortunio. Lo que no podría llegar a comprender es que ese mismo hecho tan preventivo daría lugar a un malentendido de tal magnitud como el que estaba a punto de ocurrir en dichos momentos.

Al sentir las pisadas acudir a mi llamada, esperé observando la inmensa oscuridad que reinaba en la espesura, y que me impedía vislumbrar con nitidez los rasgos de la silueta que se abría paso hacia mí con cierta cautela. No fue hasta el momento en el que escuché su voz firme y fuerte diciendo –“¿Qué demonios haces tú por aquí a estas hor...? Espera, ¿pero qué demonios has hecho, Tomek?”- cuando caí en la cuenta de que Peep se encontraba ya a una distancia considerable que podía ser salvada con tan solo unos pocos pasos en su dirección.

-“¡Peep! ¿Eres tú? Dios mío, ¡no vas a creerte lo que ha pasado! ¡Henry está vivo!”- Mientras le contestaba con tal efusividad, reuní el poco aliento que me permitían retener mis pulmones malheridos, y eché a correr hacia la sombra que se había parado a medio camino al ver mi espontanea reacción.

Por mi parte, seguí corriendo aliviado de que fuera un amigo el que me hubiese encontrado, aunque no fuera el más deseado para mi fuero interno. Intenté no obstante, alegrarme de que todo estuviera saliendo como debiera, aunque debía ser el único que pensaba tal cosa, pues, al verme ya tan cerca de su persona, Peep alzó un arma contra mí, y con una voz completamente amenazante, me dijo las siguientes palabras que me dejarían completamente desconcertado en este fortuito encuentro. –“¡Alto! No avances un paso más o juro que disparo. Ni te muevas, Tomek ¿Es que no me estas oyendo? Tira ese hacha ahora mismo y retrocede si no quieres que te llene el cuerpo de balas. ¡Vamos, suéltala de una vez!”-.



Al oírle me quedé totalmente petrificado a medio camino de mi destino inicial, dejando caer el arma de mis manos para no desatar su ira contra mí. Ahora que me encontraba más cerca de él, podía ver que su cara reflejaba una hostilidad total hacia mi persona. Sabía que mi huida con el muchacho había sido un gesto tremendamente feo, pero no creí que fuera a sufrirse tanto a causa de mi osado acto. Por ello intenté apresurarme a explicarle mi punto de vista para que todo quedase solventado de una manera correcta para ambos.

–“Peep, sé que no hice lo que debiera marchándome de esa manera con el chico pero si me escuchas tengo una razón de peso que te hará ver que…”- Mis palabras quedaron completamente silenciadas al instante cuando mi compañero se acercó rápidamente a mi lado para recoger el arma que había dejado caer de mis manos. En cuanto lo vi realizar tal movimiento me quedé del todo extrañado por su comportamiento, pero cuando por fin se dirigió más allá de mi zona para observar el lugar, me di cuenta de a qué se refería con la siguiente sentencia.

-“Lo sabía. Juro que en mi fuero interno lo intuía desde que te vi aparecer por primera vez por la cabaña, pero no quería creerlo. Más que nada para no desilusionar a Henry que con tanto cariño te había acogido en su vida. Intenté hacer la vista gorda muchas veces desde que estás aquí, Tomek. Pero ahora que veo todo este destrozo no voy a permitir que hagas daño a nadie más en toda tu vida. Pagarás por todo lo que has hecho desde el primer momento que pisaste estas tierras. Eso tenlo por seguro”-.

Peep volvió a alzar el arma contra mi cuerpo mientras yo aún intentaba recapitular todo lo que me había dicho en el transcurso de su discurso. Me llevé la mano al pecho para enfatizar las palabras que estaba a punto de decir en mi defensa cuando me di cuenta de la pegajosidad del mismo que delataba el inmenso horror que acababa de vivir.

Fue entonces cuando me di cuenta del verdadero significado que guardaba la desconfianza de Peep. Mi arma y mis sucias ropas daban a entender algo que no se correspondían con la realidad. Por lo que, tras mi descubrimiento, intenté hacerle ver que se confundía enormemente con sus precipitadas conclusiones.

-“Peep, estás pensando cosas que no son. ¡Yo jamás haría daño a nadie! ¡Una de esas bestias apareció de repente y fue todo una locura! Ven te llevaré con el chico para que veas que está bien, y te des cuenta entonces de que lo que piensas es simplemente un terrible malentendido.”—

Mis ecos salían atropelladamente de mi boca en un intento de zanjar esa agónica acusación de una vez por todas. Quería limpiar mi nombre de cualquier culpabilidad que se me estaba atribuyendo sin razón. Pero lo que no sabía era que Peep tenía otra información que darme, una revelación que me dejaría totalmente devastado ante la crudeza de su significado dejándome pues, más desolado de lo que nunca haya estado alguna vez en la vida.

–“Déjate de monsergas, Tomek. Sabes tan bien como yo que el chico ha sido otra víctima más de tu horrible atrocidad. Así que olvídate de intentar convencerme de tus alucinaciones, y prepárate para tu final”-.

Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario